Hoy,
23 de abril, a las 19:30 horas en la Catedral, doce seminaristas han dado un
paso más en su camino hacia el ministerio sacerdotal. Siete de ellos han sido
admitidos como candidatos a recibir las sagradas órdenes, otros cuatro han sido
instituidos Lectores y dos como Acólitos.
Desde esta página les felicitamos a todos, nos unimos a su alegría y pedimos al Señor que les siga manifestando su predilección.
Dos
de los seminaristas que han recibido el Rito de Admisión son Ángel Jesús Maíz
Tejero y José Miguel Bracero Carreto, quienes estuvieron en nuestras parroquias
durante el curso 2014 - 2015.
El
Rito de Admisión supone un nuevo paso en la vida de estos seminaristas hacia el
sacerdocio a través de un compromiso por el que la Iglesia acoge a quienes han
pedido ser candidatos a las sagradas órdenes del diaconado y del presbiterado.
Este momento llega en la vida del seminarista tras haber discernido y
confirmado su vocación y cuando ha adquirido la suficiente madurez humana,
espiritual y vocacional. Mediante este rito los seminaristas se comprometen
públicamente a continuar con especial atención su formación hasta completarla,
y la Iglesia se compromete a prestarles toda la ayuda necesaria para poder
cultivar y desarrollar su vocación.
En
el grupo de los instituidos Lectores está nuestro vecino, amigo y familiar de Ojuelos Altos, David Arellano Agredano, al que han arropado un buen número de feligreses de Ojuelos Altos y Los Pánchez.
El
lector tiene el ministerio de leer la Palabra de Dios en las celebraciones
litúrgicas, puede llevar el evangeliario en procesión, enunciar las preces y
las antífonas de entrada y comunión si no hay cantos.
Por
último, uno de los nuevos Acólitos es David Reyes Guerrero, que también nos
acompañó como seminarista durante el curso 2013 – 2014.
El
acólito es el que sirve al altar, pero su ministerio no se reduce a ello. Viene
siendo un monaguillo, aunque reconocido de forma “oficial”. Ayuda al diácono y
al sacerdote en las acciones litúrgicas, especialmente en la celebración de la
Misa. Puede distribuir la sagrada comunión como ministro extraordinario de la
comunión, según las condiciones establecidas para ello. En idénticas
condiciones podrá exponer públicamente el Santísimo Sacramento de la Eucaristía
a la adoración de los fieles y podrá luego reservarlo, pero no puede dar la
bendición.
Puede,
además, instruir a los fieles que ayudan en las acciones litúrgicas como son
las de llevar el Misal, la cruz, los cirios u otras funciones similares.