En diciembre del año 2011, el
Cardenal Jorge M. Bergoglio, S.J. (actualmente Papa Francisco), escribió para
el periódico La Nación el siguiente artículo:
El espíritu de la Navidad
En una viñeta publicada recientemente, una nena le
contaba a su amiga que, para esta Navidad, les había pedido a sus padres que no
le regalaran juguetes sino "espíritu navideño", y que sus padres
quedaron desconcertados, sin entender ni saber qué hacer. El mensaje me pareció
muy agudo y ciertamente nos plantea la pregunta: ¿qué es el espíritu navideño?
Da la impresión de que para responder habría que
emprender una carrera de obstáculos a través de muchos impedimentos, entre
otros, los que nos impone el acelerado consumismo de fin de año. Pero la
pregunta está ahí. A lo largo de los tiempos el arte procuró expresarlo de mil
maneras y logró acercarnos bastante al significado de ese espíritu navideño. ¡Cuántos
cuentos de Navidad nos ofrecen historias que nos aproximan a él! Los bellísimos
relatos de Andersen, Tillich, Lenz, Böll, Dickens, Gorki, Hamsun, Hesse, Mann y
tantos otros lograron abrir horizontes de significación que nos adentran por
este camino de comprensión del misterio, pero, con todo, no resultan suficientes.
Y, sin embargo, es precisamente un relato, un relato
histórico, el que nos abre las puertas al real significado del "espíritu
navideño". Un relato simple y preciso. Dice así: "En aquella época
apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo
en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la
Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía
a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a
Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con su esposa, que estaba
embarazada. Mientras se encontraban en Belén le llegó el tiempo de ser madre; y
María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un
pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue" (Lc. 2:1-7).
Se trata de un relato histórico, sencillo y con
marcada referencia al camino andado por el pueblo de Israel. Cuando Dios eligió
a su pueblo y comenzó a caminar con él le hizo una promesa; no les vendió
ilusiones sino que, en sus corazones, sembró la esperanza; esa esperanza en El,
Dios que se mantiene fiel pues no puede desdecirse a sí mismo; les dio esa
esperanza que no defrauda. Basados en el relato transcripto más arriba, los
cristianos sostenemos que esa esperanza se ha consolidado. Se consolida y nos
lanza hacia adelante, hacia el momento del reencuentro definitivo. Así se
manifiesta el "espíritu navideño": promesa que genera esperanza, se
consolida en Jesús y se proyecta, también en esperanza, hacia la segunda venida
del Señor.
El relato citado continúa narrando la escena de los
pastores, la aparición de los ángeles y el cántico que es mensaje para todos:
"Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por
él". La esperanza consolidada no sólo apunta al futuro, sino que también
se desborda en el mismo presente y se expresa en deseos de paz y fraternidad
universal que, para convertirse en realidad, se han de enraizar en cada corazón
nuestro.
Cada vez que leo el relato y contemplo la escena
adentrándome en este espíritu de esperanza y de paz pienso en todos los hombres y las mujeres, creyentes o no creyentes,
que andan el camino de la vida y senderean tantas
búsquedas en esperanza o en desesperanza, y me brota el deseo de acercarme, de
augurar paz, mucha paz y también de recibirla; paz de hermanos, pues todos lo
somos, paz que construye.
Augurar y recibir esa paz que definitivamente
posibilita que, en medio de tantas neblinas y noches, podamos reconocernos y
reencontrarnos como hermanos, reconocernos en nuestro rostro que nos refleja
creados a imagen de Dios. ¿Será esto parte del espíritu navideño que aquella
nena de la viñeta reclamaba a sus padres?
En diciembre del año 2011, el
Cardenal Jorge M. Bergoglio, S.J. (actualmente Papa Francisco), escribió para
el periódico La Nación el siguiente artículo:
El espíritu de la Navidad
El espíritu de la Navidad
En una viñeta publicada recientemente, una nena le
contaba a su amiga que, para esta Navidad, les había pedido a sus padres que no
le regalaran juguetes sino "espíritu navideño", y que sus padres
quedaron desconcertados, sin entender ni saber qué hacer. El mensaje me pareció
muy agudo y ciertamente nos plantea la pregunta: ¿qué es el espíritu navideño?
Da la impresión de que para responder habría que
emprender una carrera de obstáculos a través de muchos impedimentos, entre
otros, los que nos impone el acelerado consumismo de fin de año. Pero la
pregunta está ahí. A lo largo de los tiempos el arte procuró expresarlo de mil
maneras y logró acercarnos bastante al significado de ese espíritu navideño. ¡Cuántos
cuentos de Navidad nos ofrecen historias que nos aproximan a él! Los bellísimos
relatos de Andersen, Tillich, Lenz, Böll, Dickens, Gorki, Hamsun, Hesse, Mann y
tantos otros lograron abrir horizontes de significación que nos adentran por
este camino de comprensión del misterio, pero, con todo, no resultan suficientes.
Y, sin embargo, es precisamente un relato, un relato
histórico, el que nos abre las puertas al real significado del "espíritu
navideño". Un relato simple y preciso. Dice así: "En aquella época
apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo
en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la
Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía
a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a
Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con su esposa, que estaba
embarazada. Mientras se encontraban en Belén le llegó el tiempo de ser madre; y
María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un
pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue" (Lc. 2:1-7).
Se trata de un relato histórico, sencillo y con
marcada referencia al camino andado por el pueblo de Israel. Cuando Dios eligió
a su pueblo y comenzó a caminar con él le hizo una promesa; no les vendió
ilusiones sino que, en sus corazones, sembró la esperanza; esa esperanza en El,
Dios que se mantiene fiel pues no puede desdecirse a sí mismo; les dio esa
esperanza que no defrauda. Basados en el relato transcripto más arriba, los
cristianos sostenemos que esa esperanza se ha consolidado. Se consolida y nos
lanza hacia adelante, hacia el momento del reencuentro definitivo. Así se
manifiesta el "espíritu navideño": promesa que genera esperanza, se
consolida en Jesús y se proyecta, también en esperanza, hacia la segunda venida
del Señor.
El relato citado continúa narrando la escena de los
pastores, la aparición de los ángeles y el cántico que es mensaje para todos:
"Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por
él". La esperanza consolidada no sólo apunta al futuro, sino que también
se desborda en el mismo presente y se expresa en deseos de paz y fraternidad
universal que, para convertirse en realidad, se han de enraizar en cada corazón
nuestro.
Cada vez que leo el relato y contemplo la escena
adentrándome en este espíritu de esperanza y de paz pienso en todos los hombres y las mujeres, creyentes o no creyentes,
que andan el camino de la vida y senderean tantas
búsquedas en esperanza o en desesperanza, y me brota el deseo de acercarme, de
augurar paz, mucha paz y también de recibirla; paz de hermanos, pues todos lo
somos, paz que construye.
Augurar y recibir esa paz que definitivamente
posibilita que, en medio de tantas neblinas y noches, podamos reconocernos y
reencontrarnos como hermanos, reconocernos en nuestro rostro que nos refleja
creados a imagen de Dios. ¿Será esto parte del espíritu navideño que aquella
nena de la viñeta reclamaba a sus padres?