Uno de los ritos del
Jueves Santo, dentro de la celebración de la Cena del Señor, es la reserva del
Pan consagrado para la adoración de los fieles. Es lo que en nuestra tradición conocemos como velar al Santísimo ante el Monumento (altar donde se deposita el
Cuerpo del Señor).
La Hora Santa nació como un gesto práctico en siglos XIII-XIV para favorecer la adoración en la tarde-noche del Jueves Santo. Antes este monumento era una especie de "sepulcro" donde se guardaban las formas, incluso se enterraban; se colocaban guardias a los lados, se ponían emblemas fúnebres, e incluso se representaban dramas teatrales sobre el entierro de Jesús. Como vestigio de todo esto ha quedado la hora santa.
Hoy día, este momento consiste en una oración breve, profunda, meditativa, de alabanza, en donde rezamos. Se lee el evangelio en donde se narra la negación de Pedro, la oración en el huerto de los olivos y la detención de Jesús. Hay momentos de silencio, de recogimiento, algún canto, preces (oración de petición).