Canta,
lengua, el misterio del Cuerpo glorioso y de la Sangre preciosa que el Rey de
todas las gentes, nacido de una Madre fecunda, derramó para rescatar el mundo.
"Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión". Es evidente que este dicho está lejos hoy de nuestra sociedad; en muchos lugares de España no quedan ninguno de esos jueves relucientes.
En nuestras aldeas también están desapareciendo de los corazones de quienes residen y nos visitan por estas fechas. La prueba es la escasa presencia en los actos litúrgicos y, más escasa aún, la colaboración en los preparativos que conllevan dichas celebraciones: limpieza del templo, preparación del monumento, colocación de los pasos, vigilia...
Recordamos cada Jueves Santo grandes momentos salvíficos en la vida de Jesús:
- Su cena de despedida y su gran oración por nosotros.
- La institución de la Eucaristía como recuerdo suyo.
- La institución del Ministerio (servicio) como parte esencial de su Iglesia.
- Su testamento: el mandato de amar hasta la muerte.
- El ofrecimiento, anticipado y consciente, de su vida; de su Cuerpo y Sangre para salvación del mundo.
- El juicio de su Pasión, la traición de Judas, el abandono de sus amigos, la oración del huerto, su noche amarga.
Evidentemente, la
propuesta de Jesús no tiene nada que ver con el modelo de felicidad que nos
propone la sociedad de nuestros días…