8 ene 2020

BAUTISMO DEL SEÑOR

Cerramos, este próximo domingo, el tiempo de Navidad con la fiesta del Bautismo del Señor, conmemoración que nos lleva a recordar nuestro propio Bautismo. 

Cuando Jesús se dispone a comenzar su vida pública se presenta ante Juan Bautista, conocido en la comarca por su vida austera y por bautizar predicando la conversión. Nos preguntaremos por qué Jesús, sin pecado alguno, se somete a un Bautismo que estaba dirigido a acrecentar el espíritu de penitencia y a pedir perdón de los propios pecados. La respuesta a esta cuestión la podemos hallar en el sentido de la misión de Jesús. En efecto, Jesús ha venido no sólo a vivir entre nosotros o a consolarnos con su presencia. El Señor viene, ante todo, a estar entre nosotros en cuanto pecadores, para compartir nuestra suerte y transformarla. Es significativo que, a punto de comenzar la predicación y la vida pública, Jesús buscara esta comunidad concreta de pecadores. Podría haberse lanzado a la misión de una manera independiente o con algún ayudante. Sin embargo, quiere una comunidad concreta. Esta búsqueda no es circunstancial, ya que dice mucho acerca de lo que es una comunidad de bautizados que viven juntos la misma fe. 

La celebración del Bautismo del Señor nos conduce a pensar en nuestro propio Bautismo. Cuando somos bautizados somos insertados en una comunidad concreta, en una compañía de amigos que no nos abandonará nunca, ni en la vida ni en la muerte. Es más, para llevar adelante nuestra vida cristiana necesitamos contar con esa Iglesia-comunidad que nos sostiene y nos alimenta. 

El hecho de que Jesucristo comience su itinerario público entre el grupo de los discípulos del Bautista, nos hace caer en la cuenta de que nosotros también comenzamos la vida eterna introduciéndonos en el grupo concreto de nuestra comunidad, en la cual recibimos las indicaciones concretas para seguir en esta vida, a través de la luz de la Palabra y de la gracia de los sacramentos.