La Semana Santa es el momento litúrgico más intenso de todo el año. Aunque son también días de descanso, no debemos olvidar lo esencial: dedicar tiempo a la oración y reflexión en los misterios de la Pasión y Muerte de Jesús para aprovechar todas las gracias que esto nos trae. Para vivir la Semana Santa, debemos darle a Dios el primer lugar y participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de este tiempo litúrgico.
Lo importante de este tiempo no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra.
La Semana Santa fue la última semana de Cristo en la tierra. Su Resurrección nos recuerda que los hombres fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.
Domingo de Ramos
El domingo de ramos, en la misa, se lee la Pasión de Jesús de Nazaret. Es la historia de un ajusticiamiento. Un hombre pobre es clavado en la cruz y sus últimas palabras fueron: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Final trágico de quien parece haber fracasado totalmente.
Pero nosotros celebramos aquel camino de pasión y muerte con las aclamaciones de los ramos y las palmas. Porque es eso lo que creemos: que aquel camino de pasión y de muerte desembocó en la resurrección, en la vida. Porque era un camino de amor del Hijo de Dios.
Jueves Santo
La liturgia del Jueves Santo es una invitación a profundizar en el misterio de la Pasión de Cristo donde, el mismo Señor Jesús, nos da un testimonio idóneo de la vocación al servicio del mundo y de la Iglesia que tenemos todos los fieles, cuando decide lavarle los pies a sus discípulos: gesto de servicio sencillo, humilde, personal, atento. "Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis".
Y, también, dándoles el pan y el vino, que son una alianza de amor que durará siempre. Por eso, Jesús dijo: "Haced esto en conmemoración mía". Y nosotros lo repetimos domingo tras domingo, para que Él esté vivo entre nosotros y sigamos su ejemplo de sencillez y humildad.
Viernes Santo
La cruz preside el encuentro cristiano del viernes. Preside la celebración porque, a pesar de que recordemos hoy la tragedia suprema de una muerte en la cruz, el encuentro cristiano es -hoy también- una celebración.
Celebramos que en aquella cruz se nos reveló quién es y cómo es Dios. En la cruz Dios, por su Hijo Jesús, comulga y abraza; comparte y asume el dolor, el fracaso, el hundimiento, la muerte de un hombre.
Sábado de Gloria
Esta noche del sábado es noche de vigilia y camino hacia el gran domingo de Pascua, palabra que quiere decir "paso": es el paso a la vida, a la vida con amor, a la vida total, a la vida que es Dios.
Esta noche celebramos la victoria del Señor Jesús sobre la muerte. Una victoria que da sentido a toda la historia humana -que recordamos en la larga serie de lecturas que se proclaman durante la vigilia-; una victoria en la que nosotros hemos sido sumergidos -es lo que expresó nuestro bautismo-; una victoria de la que nos alimentamos para avanzar en el amor cada vez que -como esta noche- compartimos el Cuerpo y la Sangre del Resucitado.
La Semana Santa es la puerta que introduce la gran Celebración Pascual, celebración de la victoria de Jesús, de Dios, que dura cincuenta días.
Esta victoria es también la victoria de todo hombre y toda mujer que comulgan en el amor de Dios y se sumergen en él; por eso, es el tiempo de la alegría, de la fiesta, de la paz. Jesús resucitado saludaba a sus discípulos diciéndoles: " Paz a vosotros". Pues bien, que sea esta paz la que nos comuniquemos unos a otros cada día en todo aquello que digamos, hagamos, sintamos...
¡Feliz Pascua a todos!