Mi saludo desde aquí a todos los hijos de Dios que viven en nuestras Aldeas, así como a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Esta frase de Jesús, sacada del evangelio según san Juan, nos pone en la perspectiva de la celebración de la semana santa o Semana Mayor del año. Es esto lo que han de contemplar nuestros ojos: a Jesucristo, muerto en la cruz y elevado sobre la tierra, atrayendo hacia Sí todos los corazones de los hombres y mujeres de todos los tiempos y, no con ninguna norma o imposición, sino con los lazos del amor más grande que se ha manifestado en el "dar la vida por los amigos" (Jn 15, 13).
No olvidemos, hermanos, que a Cristo Nuestro Señor le hemos costado la sangre. No es Él quien merecía morir en la cruz; somos nosotros los que merecíamos ese castigo y Él pagó nuestra deuda. Caros les hemos salido.
Ganas me dan de salir en estos días por las calles de nuestras Aldeas preguntando a gritos si quedan aún cristianos, hijos redimidos por la sangre de Cristo, que sean capaces de abrir sus corazones y sus vidas al gran Misterio de la Redención y estén dispuestos a padecer con Cristo, acompañarle en los días santos de su Pasión, en que vuelve a ser flagelado, escupido, despreciado y humillado hasta la muerte. Y todo, por nuestros pecados.
Demos nuestro consuelo a Jesús y a su Madre Dolorosa y no les abandonemos como hicieron los apóstoles. Acompañémosles, como san Juan o las santas mujeres, en los Santos Oficios que son el verdadero corazón de la Semana Santa, el lugar preeminente del encuentro con Cristo en estos días santos.
Cristianos, abrid el corazón: el Señor os espera el Jueves Santo para acompañarlo en el Monumento. Adorémosle en la Eucaristía y démosle consuelo en esa "hora" en que reprochó a los apóstoles: "Ni una hora habéis podido velar conmigo" (Mt 26, 40b).
Besemos su cuerpo deshecho por nosotros en la Cruz en los Santos Oficios del Viernes Santo y, gocémonos de su alegría en la gran Vigilia Pascual donde celebramos su triunfo y el nuestro, la liberación de toda la creación del pecado y de la muerte.
Cristo te espera, no le abandones otra vez.
Santa Semana Santa para todos y, en Cristo vivo, recibid mi bendición.
Vuestro Párroco