
"Este es mi Hijo, el amado, el predilecto". En el bautismo oímos la voz de Dios. En nuestro bautismo hemos recibido el mismo mensaje que el Hijo. Dios nos ama porque así lo quiere Él. No por lo que hagamos, sino simplemente por el hecho de existir, de ser como somos.
Todos necesitamos esas palabras de bienvenida, aceptación y amor. Esto nos permite vivir la vida con seguridad, con esperanza, con ternura y compromiso. Recibir de Dios ese amor tan sublime ha de movernos a la acogida y a la aceptación de los demás, nunca a su rechazo.