LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS
La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto», para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle».
Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: Él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde disciernen el bien y el mal y fortalece la voluntad de seguir al Señor.