Dios nos hizo a su imagen y
semejanza, para que amemos de corazón. Este deseo de Dios fue rechazado
por los hombres que preferimos el pecado. Pero el Verbo se hizo carne, nos
amó con un corazón humano que fue traspasado y derramó hasta la última gota de su preciosa sangre. De manera que, por medio de Él, los corazones humanos
sean sanados.
La Virgen Santísima
entregó su corazón junto con el de Jesús en la cruz. Así se manifestó en el más
alto grado el amor con que siempre vivió. Ella guardaba todas las cosas en su
corazón.
Dios desea que todos los
hombres abran también su corazón a su amor infinito y, así, vivamos como hijos
suyos. Para lograrlo se nos dan los corazones de Jesús y María. Estos dos
corazones están destinados a reinar sobre todo.
"Al consagrarnos al Corazón de María
descubrimos el camino seguro
al Sagrado Corazón de Jesús,
símbolo del Amor Misericordioso
de Nuestro Salvador"
S.S. Juan Pablo II, 22 de septiembre de 1986.