estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
ven a librar al pueblo que tropieza
y quiere levantarse.
Ante la admiración del cielo y la tierra
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros pecadores.
Unidos a todos los peregrinos de la vida, prestando especial atención a todo los que tienen dificultades en sus vidas: enfermos, desempleados, angustiados..., comenzamos este camino hacia la fiesta de la Virgen del Carmen.
Dios es gratuito en su elección. Elige por amor. Su llegada siempre suena a nueva, a inesperada. Sólo los humildes la perciben. María tiene un corazón humilde que no presume de nada; sencillo, limpio, pobre. Sin saberlo, está preparada para el asombro que supone toda visita de Dios.
En la actuación de Dios siempre hay algo sorprendente: mira a los pobres, los levanta del polvo y los llena de gracia. A María la adorna de las mejores virtudes, la viste con traje de gala y la envuelve en un manto de triunfo. María se alegra y canta porque Dios mira su pequeñez.
María, al saberse amada, se pone en camino para amar. Si no sabemos que recibimos amor, no nos despertamos a amar. La salvación del Señor la inunda de profunda alegría y la empuja a ir por la vida con un gozoso agradecimiento, dejando todo lo que toca vestido de novedad y belleza.
El bautismo, como experiencia de la gracia, nos pone a nosotros en camino. El Señor nos llama amándonos. Y no vamos solos por el camino; junto a nosotros van miles de hermanas y hermanos que, orientados por el Espíritu, buscan fuentes para su sed. “En este camino nos acompaña la Virgen María, Estrella de la evangelización.” (Juan Pablo II).
Dios es gratuito en su elección. Elige por amor. Su llegada siempre suena a nueva, a inesperada. Sólo los humildes la perciben. María tiene un corazón humilde que no presume de nada; sencillo, limpio, pobre. Sin saberlo, está preparada para el asombro que supone toda visita de Dios.
En la actuación de Dios siempre hay algo sorprendente: mira a los pobres, los levanta del polvo y los llena de gracia. A María la adorna de las mejores virtudes, la viste con traje de gala y la envuelve en un manto de triunfo. María se alegra y canta porque Dios mira su pequeñez.
María, al saberse amada, se pone en camino para amar. Si no sabemos que recibimos amor, no nos despertamos a amar. La salvación del Señor la inunda de profunda alegría y la empuja a ir por la vida con un gozoso agradecimiento, dejando todo lo que toca vestido de novedad y belleza.
El bautismo, como experiencia de la gracia, nos pone a nosotros en camino. El Señor nos llama amándonos. Y no vamos solos por el camino; junto a nosotros van miles de hermanas y hermanos que, orientados por el Espíritu, buscan fuentes para su sed. “En este camino nos acompaña la Virgen María, Estrella de la evangelización.” (Juan Pablo II).