20 sept 2020

XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

La parábola de Mateo nos adentra en el misterio del Reino de Dios, en el pensamiento de Cristo, en el corazón del Padre, desvelándonos el secreto. Es, para todos, una fuerte invitación a cambiar de mentalidad, a pasar de la lógica del mérito, de quien vive de pretensiones y no reconoce ni admite regalos, al mundo de la gratuidad, que es la raíz del amor y el secreto del Reino de Dios. Al inicio de la historia de cada uno hay un don: la llamada a ser y a trabajar en la viña. La vida es el regalo precioso del tiempo para vivir y trabajar en la viña. Al final del día tendrá lugar la recompensa, que no será para nadie el fruto de sus propios méritos o esfuerzos, sino un regalo divino e inmerecido. Aquello que es profundamente nuestro –«lo tuyo»– es la llamada de Dios a participar en su vida y en su obra, la posibilidad de trabajar y fatigarnos, de gastar la vida por él. Infeliz, murmurador y envidioso es quien no reconoce el regalo.

La parábola presenta el desconcierto que el modo de actuar divino puede generar, un desconcierto que indigna y llega a provocar protestas. Nos refleja perfectamente a nosotros cuando, por fuera o por dentro, nos indignamos y protestamos contra modos de hacer de Dios que no se acomodan a nuestros presupuestos y planteamientos; cuando pensamos que Dios trata mejor a otros que, a nuestro juicio, tienen menos mérito que nosotros y, por tanto, no merecen el mismo trato.


Nos olvidamos de lo que Dios ha hecho por nosotros y tenemos celos de lo que hace por los demás, que no es más de lo que nos ha dado a nosotros. Pero siento que yo merezco más, que Dios no es justo.


Quien se siente acreedor, con derechos ante Dios y la vida, porque piensa que ya ha hecho demasiado, considera todo lo gratuito como un robo, como una amenaza a la presunta justicia. Sin embargo, descubrir que somos amados gratuitamente es empezar a responder desde esa hora a la llamada de Dios; descubrir que todo es don –la viña, el vino, el trabajo, la fatiga...– es el modo de estar en la Iglesia buscando el Reino de Dios.

Pablo nos muestra que es posible y hermoso vivir así: responder a la llamada, esforzarse en su viña y esperar de sus manos la recompensa del modo que quiera y el día que quiera.