
Una Iglesia alegre, alentada por el aire del Espíritu, que nos zamarrea, nos lleva de acá para allá, nonos deja estáticos, sino en un dinamismo continuo. Una Iglesia que es familia de los que comparten la fe en el resucitado. Una Iglesia que no se queda con los criterios del mundo, de la tierra, sino que es la Iglesia que se "eleva" sobre los intereses y las limitaciones humanas. Al mismo tiempo es una Iglesia encarnada y solidaria con los que más sufren, pero llevada por las alas del Espíritu.