El día que conmemora los Difuntos hace converger nuestros pensamientos hacia aquellos que, dejado este mundo, esperan alcanzar en la expiación la plenitud de amor que pide la unión con Dios. Juan Pablo II
¨No llores si me amas... Si conocieras el don de Dios
y lo que es el cielo... Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en
medio de ellos... Si por un instante pudieras contemplar como yo la belleza
ante la cual las bellezas palidecen... Créeme. Cuando llegue el día que Dios ha
fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en el que te ha precedido la
mía... Ese día volverás a verme... Sentirás que te sigo amando, que te amé y
encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas. Volverás a verme en
transfiguración, en éxtasis, feliz... Ya no esperando la muerte, sino avanzando
contigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de luz y de vida.
Enjuga tu llanto y no llores si me amas.¨ San Agustín
Oración del Papa Francisco por los difuntos
Dios de infinita misericordia, confiamos a tu inmensa bondad a cuantos han dejado este mundo para la eternidad, donde tú esperas a toda la humanidad, redimida por la sangre preciosa de Jesucristo, muerto en rescate por nuestros pecados.
No mires, Señor, tantas
pobrezas, miserias y debilidades humanas con las que nos presentaremos
ante el tribunal para ser juzgados para la felicidad o la condena. Míranos
con la mirada piadosa que nace de la ternura de tu corazón, y
ayúdanos a caminar en el camino de una completa purificación.
Que ninguno de tus hijos se pierda en
el fuego eterno, donde ya no puede haber arrepentimiento.
Te confiamos, Señor, las almas de
nuestros seres queridos, y de las personas que han muerto sin el consuelo
sacramental o no han tenido manera de arrepentirse ni siquiera al
final de su vida.
Que nadie tenga el temor de
encontrarte después de la peregrinación terrenal, en la
esperanza de ser acogidos en los brazos de la infinita misericordia. La hermana muerte corporal nos
encuentre vigilantes en la oración y llenos de todo bien, recogido en
nuestra breve o larga existencia.
Señor, que nada nos aleje de ti en
esta tierra, sino que en todo nos sostengas en el ardiente deseo de
reposar serena y eternamente.
Amén.