'En este tiempo de conversión, de nuevo como en el bautismo, una voz desde la nube dice: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle".
No hay mejor receta para la Cuaresma: escuchar atentamente al Hijo y hacerlo de corazón. Recrear en la propia vida el amor tan inmenso entre el Padre y el Hijo a través de la acción del Espíritu que es el Amor.
Como Pedro, Santiago y Juan, seamos testigos de este Amor. Seguro que vivimos una fe más dinámica, apasionada y desde la entrega que genera la más íntima y fecunda comunión. No nos quedemos boquiabiertos en el monte. Bajemos. Veamos dónde es necesario ese Amor. Nunca en las nubes, siempre necesario en la tierra. Encarnemos en el día a día esa experiencia sublime de sentirnos continuamente mimados por ese Amor que se prodiga para que nosotros comprendamos cuál es nuestra vocación.'
La oferta del evangelio este domingo es clara: ponerse en
marcha, salir de las viejas convicciones, dejándose arrastrar por la oferta de
transformación y «transfiguración» de Jesús. Es una oferta que podríamos
expresar así: “Cuando las dificultades del camino crezcan, cuando la marcha del
desierto al jardín se presente “cuesta arriba”, cuando parezca que vas a ceder
ante el desánimo, confía. Coloca tus pies sobre las pisadas de Jesús y déjale
que agarre tu mano, quizá en silencio. El Hijo amado del Padre sabe el camino,
porque Él es el Camino»