Celebramos cada año la solemnidad de los Santos, pero ¿sabemos que es la santidad? Algunos, la mayoría, creen que consiste sólo en ser un “burócrata obediente”; otros creen que consiste en ser una buena persona; otros que consiste en hacer milagros o flagelarse hasta la sangre y profetizar… Los fenómenos extraordinarios suelen acompañar a la vida de santidad, pero no son la esencia de la santidad, ni mucho menos lo más importante.
La verdadera definición de santidad la da la teología como “el grado heroico de virtudes practicado por una persona.” Y, esa misma, es la fórmula que utiliza el Magisterio de la Iglesia para las canonizaciones de los bienaventurados, comprometiendo la infabilidad pontificia.
La santidad, aunque parezca algo inalcanzable, está viva entre nosotros; en personas que de forma silenciosa, discreta y permanente hacen de sus vidas un proyecto de amor a Dios y a cuantos los rodean. Han experimentado el atractivo de la Humanidad de Cristo y se convierten en reflejo de la humanidad transfigurada. Se sienten amados de Dios, y aman, a pesar de la oscuridad, de la duda, de la tentación. En esas circunstancias aquilatan aún más su entrega enamorada.La santidad transforma el recinto doméstico y el social en espacio fascinante, aunque suponga entregar la vida.
La opción generosa y gratuita de comenzar cada día el proyecto del seguimiento evangélico otorga a quien así vive el conocimiento de lo pasajero y la certeza de lo eterno, don de sabiduría.
Los santos han sido y son los mejores amigos, los más solidarios e intuitivos. Se arriesgan, confiados en la promesa del Señor, y convierten su existencia en un proyecto de generosidad, con la sagacidad de trocar las circunstancias históricas en las que les toca vivir en mediación providente. Son testigos y profecía de la vida divina en medio de sus contemporáneos.
Los Santos están ahí arriba para ayudarnos en el camino de la perfección y desean que en su fiesta se los pidamos y ser nuestros intercesores. Nosotros no adoramos a los Santos, sino que les veneramos para que nos auxilien en el camino de la salvación.