6 dic 2020

II DOMINGO DE ADVIENTO

Al abrir el Evangelio de San Marcos nos encontramos con el anuncio del Reino que nos llama a conversión por medio de San Juan Bautista.

Juan no es Jesús, ni su predicación es como la de Jesús: tiene otros acentos, otras llamadas… Juan es muy consciente de su lugar, de su misión, de su papel, de su relación con respecto a la buena noticia de Jesús. Para Juan, Jesús es «el que puede más que yo», ante Jesús «no merezco agacharme para desatarle las sandalias», «yo os he bautizado con agua, Él os bautizará con Espíritu Santo». Por su no protagonismo, por su referencia a Jesús es por lo que Juan ocupa un lugar relevante en el Evangelio.


En la persona de Juan destacan su autenticidad, su valentía y también su humildad, su falta de protagonismo, su desprendimiento al señalar a Jesús como «el que ha de venir». Dicho de otro modo, su autenticidad, su valentía, su capacidad de atraer a la gente, su liderazgo o su prestigio moral (reconocido por los propios escribas y fariseos) no los pone a su servicio, sino al servicio de Jesús.

Este es un aspecto de la persona de Juan especialmente relevante para nosotros, tan deseosos de protagonismo, de fama, de tener seguidores, de ser reconocidos… ¿Todo acaba en nosotros, en el yo-yo-yo, o señala a Jesús?

Su ejemplo y su palabra nos animan a preparar el camino y allanar el sendero: sin alturas de soberbia ni bajones de abatimiento. Así vendrás y renovarás en nosotros la fuerza del Espíritu Santo que nos diste en nuestro Bautismo.