Este cuarto domingo se enciende la última vela de la corona de Adviento como símbolo de que el Señor está cerca y viene a traernos la alegría de la paz.
El misterio de la encarnación del Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo en el seno de María, la Virgen, es el centro de la liturgia de este domingo. En medio de un desconcertante estupor reverencial, pero también de un profundo gozo interior, María fue capaz de dar su respuesta afirmativa al plan salvífico de Dios. Se nos brinda, de este modo, una ocasión propicia para prepararnos al gran misterio navideño, dejándonos impregnar de sus sentimientos, a la vez que acogiendo resuelta y confiadamente, como ella, la llamada a colaborar en el designio amoroso de Dios sobre nuestras vidas.
El misterio de la encarnación del Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo en el seno de María, la Virgen, es el centro de la liturgia de este domingo. En medio de un desconcertante estupor reverencial, pero también de un profundo gozo interior, María fue capaz de dar su respuesta afirmativa al plan salvífico de Dios. Se nos brinda, de este modo, una ocasión propicia para prepararnos al gran misterio navideño, dejándonos impregnar de sus sentimientos, a la vez que acogiendo resuelta y confiadamente, como ella, la llamada a colaborar en el designio amoroso de Dios sobre nuestras vidas.