8 nov 2020

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO

Las lecturas de hoy hablan de la sabiduría que Dios nos ofrece. Una sabiduría que no tiene que ver con conocimientos, sino con «saberse situar» en la vida. Un «saberse situar» que tiene que ver con la recta comprensión de quién es Dios y de quiénes somos nosotros. Al respecto se nos dan algunas pistas. Es situarnos en búsqueda con el deseo de aprender y con la actitud abierta para acoger cada día la novedad y la llamada de Dios.

El sabio es el que sabe, antes que nada, que le queda mucho por aprender. Es situarnos más allá de la evidencia del cada día, sabiendo que la palabra de Dios es la palabra definitiva y que la última palabra sobre la vida humana no es la palabra de la muerte, sino la palabra del encuentro de Vida con Dios.

El sabio es el que sabe que su palabra no es la última. Es situarnos en espera activa, una espera alimentada de deseo y de compromiso, que no consiente la desidia ni la indiferencia. El sabio es el que sabe que el compromiso del día a día es el que nos incluye en la promesa de futuro.