25 nov 2020

REFLEXIÓN DE ADVIENTO

Al comenzar el año litúrgico de la Iglesia con el primer domingo de Adviento, conviene hacer una pausa y considerar la importancia de este tiempo de preparación y espera vigilante.

La palabra adviento, como ya sabemos, viene del latín y significa "venida" o "llegada". ¿Cuál es la llegada que estamos esperando? Como muchas veces nos han explicado: "El tiempo de Adviento tiene una doble índole: es el tiempo de preparación para la Navidad, en la que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios; y es, también, el tiempo en el que- por este recuerdo- se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos. Por lo tanto, el Adviento se nos manifiesta como tiempo de una expectación piadosa y alegre.” 

Este no es un tiempo de penitencia; más bien, una época de gozosa esperanza, un tiempo de preparación, renovación y espera. No se trata de una preparación para el nacimiento de Cristo en la Navidad, sino de Cristo que continuamente está naciendo entre nosotros y quien, cada vez más, va transformando a la Iglesia en su cuerpo en el mundo.

En el otoño del año, mientras el mundo se oscurece, la Iglesia es llamada a reunirse y, tranquilamente, aguardar en la esperanza de la venida de Cristo, su esposo, la Luz del mundo.

¿Está nuestra esperanza realmente puesta en Cristo? ¿Nos permitimos a nosotros mismos esperar en silencio y reflexionar sobre el gran misterio de la salvación? ¿Hemos sido transformados por nuestra reflexión sobre este misterio para vivir de manera diferente mientras profundizamos en nuestra relación con Cristo resucitado?

En la oscuridad, vigilamos por la venida del Señor. No permitamos que nuestras ocupaciones nos distraigan de eso, para que no seamos sorprendidos como las vírgenes necias en el Evangelio de Mateo. La temporada nos llama a estar atentos a nuestros preparativos para el último día y atentos a la calidad de nuestra vida en unión con Cristo.