Dios nos supera y nos sorprende en la grandeza de su Madre, concebida sin pecado. También ella se vio sorprendida por el anuncio del ángel en su casa de Nazaret. Pero su respuesta es luz y estímulo para la nuestra. Ella responde con un Sí incondicional a la voluntad del Altísimo, al deseo eterno de Dios de hacerse uno de nosotros para nuestra redención. Aquel Sí de la Inmaculada hace presente al Salvador del mundo. María acoge y engendra a Cristo para entregarlo al mundo, cumpliendo plenamente su vocación y misión.
Santa María, en el misterio de su Inmaculada Concepción, nos llama también a vencer el pecado, el mal y la muerte. Ella nos enseña a abandonarnos en las manos de Dios, y es entonces, y sólo entonces, cuando encontramos la auténtica libertad. Ésa es la ruta que nos marca la Virgen Inmaculada: estar totalmente en Dios, para situarse con cercanía solicita junto a toda la Humanidad."
Carlos Escribano Subías